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Gottesdienst en Español

We are pleased to present our first translation of a published Gottesdienst piece in Spanish. Our friends at the Lutheran seminary in the Dominican Republic, in communication with our editor Fr. Mark Braden, have provided this translation, in order that we may reach the Spanish speaking world. The following sermon by Pastor Rolf Preus appeared in our Michaelmas 2022 print version of Gottesdienst. We hope to provide many more in the future. -ed.

Un Sermón basado en el leccionario diario

Rolf D. Preus

Efesios 6:1-4

 

Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque esto es lo correcto. "Honra a tu padre y a tu madre", que es el primer mandamiento con promesa: "para que te vaya bien y vivas una larga vida en la tierra". Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en la disciplina y amonestación del Señor.

 

Este es el cuarto mandamiento. Es el fundamento de todos los mandamientos siguientes. La Primera Tabla de la Ley te dice que ames a Dios sobre todas las cosas. La Segunda Tabla de la Ley te dice que ames a tu prójimo como a ti mismo. La caridad empieza en casa. El Cuarto Mandamiento, "Honra a tu padre y a tu madre", es donde aprendemos quién es nuestro prójimo y cómo quiere Dios que amemos a nuestro prójimo. Al aprender a honrar a nuestro padre y a nuestra madre, aprendemos a amar a nuestro prójimo. Y así es como aprendemos a temer y amar a Dios.

El gobierno más básico que Dios ha establecido en este mundo es el gobierno de los padres y las madres sobre sus hijos. Dios quiere que lo honremos a Él, nuestro Creador, honrando a aquellos que Él utilizó para traernos a este mundo. Él quiere que veamos Su propia majestad, gloria, honor y belleza en los padres que nos ha dado. Quiere que veamos más allá de sus pecados, de sus errores, de sus fragilidades, de sus faltas y de cualquier otra cosa en ellos que nos distraiga de nuestro deber de honrarlos. Dios quiere que lo veamos en nuestros padres y madres. Mira a tu padre y a tu madre y considera que ellos hablan y actúan por Dios mismo. Incluso cuando cometen errores, cuando no entienden o no saben lo que es mejor para ti, ellos ocupan un cargo sagrado que Dios les ha dado. Honrar a Dios es honrar a nuestro padre y a nuestra madre.

 

Honrar al padre y a la madre no siempre significa obedecerlos. El cuarto mandamiento no puede utilizarse para obligar a desobedecer a Dios. La única autoridad que tienen los padres y las madres es la que Dios les ha dado.

 

El cuarto mandamiento no dice: "Honra a tus padres". Dice: "Honra a tu padre y a tu madre". Los padres y las madres no son intercambiables. En los últimos años la palabra "padre" se ha convertido en un verbo que se aplica a padres y madres de la misma manera. Pero hay una diferencia entre un padre y una madre. El padre es la cabeza del hogar. Dios lo ha dicho. El cuarto mandamiento pone una gran responsabilidad en los padres. Dios espera que ustedes, los padres, mantengan a sus hijos. Él espera que ustedes trabajen para que su familia sea atendida. Él espera que alimenten a su familia con Su santa Palabra porque así es como el Espíritu Santo crea vida nueva y eterna en ellos. El padre debe ser el pastor de su propio hogar y familia. Esta es la verdadera medida de un hombre. No es lo bien que se mantiene en presencia de sus compañeros cuando los chicos se reúnen y hablan de lo que hacen los chicos. Es lo bien que sirve a su esposa e hijos cuidando de sus necesidades tanto del cuerpo como del alma. Esto significa que el padre cristiano debe ser un buen ejemplo para su esposa y sus hijos asistiendo fielmente al Servico Divino en la casa de Dios y dirigiendo a su familia en el culto en casa. Así es como los hijos aprenden a honrar a sus padres.

 

La Biblia nos enseña a honrar a nuestras madres. Esto requiere que los padres traten a sus esposas con respeto, para que sus hijos aprendan de ellos cómo tratar a una dama. El padre enseña a los hijos -con su propio ejemplo- cómo honrar a su madre. Este mandamiento requiere que las madres se sometan con gracia y humildad al liderazgo de sus esposos porque, como dice la Biblia, el esposo es la cabeza de la esposa así como Cristo es la cabeza de la iglesia, Su cuerpo, del cual Él es también el Salvador. Dios no requiere que las madres cristianas ganen dinero. Él requiere que el padre provea para su familia. Si no lo hace, la Biblia dice que ha negado la fe. La Biblia alaba a la madre cristiana que administra el hogar, da ejemplo a los hijos y enseña la Palabra de Dios a sus pequeños. Loida y Eunice recibieron el reconocimiento apostólico, no por las grandes contribuciones sociales o políticas que hicieron, sino por la fe que transmitieron a su nieto e hijo, Timoteo, respectivamente.

Si los niños tuvieran padres perfectos, los honrarían con gusto. No los tienen. Y tampoco los honran con gusto. Por eso necesitamos este mandamiento. Lo necesitamos, no porque estemos dispuestos a obedecerlo, sino porque no lo estamos. Los padres no son dueños de sus hijos. Dios lo es. Los padres deben a sus hijos una disciplina firme y amorosa. Los padres deben criar a sus propios hijos y no contratar a otros para que lo hagan por ellos. Los niños no pertenecen al Estado. Sus padres son responsables de su educación. Dios lo ha dicho. En Deuteronomio 6:6, Dios dijo: "Y estas palabras que hoy te mando estarán en tu corazón; las enseñarás con diligencia a tus hijos". Aquí en Efesios 6 Dios dijo: "Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor".

 

Dios no nos ha dado el derecho de entregar a nuestros hijos a la tierna misericordia de una religión estatal cargada de humanismo secular, socialismo, relativismo moral, evolucionismo, o cualquier otro "ismo" que contradiga la enseñanza de la Palabra de Dios. Nuestros hijos no aprenderán a honrarnos como representantes de Dios Todopoderoso a menos que actuemos como si fuéramos representantes de Dios. El mejor maestro del Cuarto Mandamiento no es el pastor, son los padres y las madres de los niños.

 

El Cuarto Mandamiento tiene una promesa adjunta: "Para que te vaya bien y vivas una larga vida en la tierra". Si honras a aquellos que Dios te ha dado para que te proporcionen las necesidades de esta vida, Dios te honrará con las bendiciones de esta vida. Pero la vida en esta tierra llegará a su fin. Llegará el momento en que veremos a mamá y papá en el ataúd. El salmista escribió: " El hombre, como la hierba son sus días; Florece como la flor del campo, Que pasó el viento por ella, y pereció, Y su lugar no la conocerá más. (Sal 103,15-16)".

 

Sólo la Palabra de Dios perdura. Sólo las promesas garantizadas por Jesucristo pueden guiarte al cielo y a la vida eterna. Tu obediencia es un fundamento podrido sobre el cual debes pararte si esperas encontrar tu camino al cielo en el Último Día. Pero la obediencia de Cristo ha pasado la prueba de la Ley de Dios. Él honró a su Padre en el cielo, obedeciendo su santa voluntad. Se sometió voluntariamente a la muerte de la cruz en obediencia a Su Padre. Lo hizo voluntariamente por su amor puro, eterno, perfecto y santo por su Padre. Y Cristo también obedeció a su querida madre, sometiéndose a ella, sirviéndole, cuidando de sus necesidades. Mientras cargaba con el pecado de todo el mundo en la cruz, confió a San Juan el cuidado de su madre. Mientras sufría por nuestra desobediencia al cuarto mandamiento, lo obedecía en espíritu y a la letra. Ofreció a su Padre su obediencia para sustituir nuestra desobediencia. Así es como Él ha ganado para nosotros la promesa del Cuarto Mandamiento, "para que tus días se alarguen sobre la tierra que el SEÑOR tu Dios te está dando". Esta tierra no es un terreno en el Medio Oriente o en América. Es el cielo. Es un lugar de alegría pura y santa. Es donde honramos a nuestro Dios con todo nuestro corazón todo el tiempo y siempre encontramos la alegría perfecta al hacerlo. Es donde el amor borra para siempre cualquier recuerdo de odio, amargura, culpa o arrepentimiento. Es ese hogar comprado para nosotros por la obediencia de Jesús.

 

Es tu hogar, querido cristiano. Tu verdadero hogar. Recuérdalo cuando la vida en tu hogar no sea lo que debería ser. Dios mismo cubre los pecados que ustedes cometen unos contra otros en la familia. Él te llama a la iglesia cada domingo para decirte que tus pecados son perdonados. Él quiere que sepas que tiene un hogar preparado para ti donde tus pecados no pueden entrar, pero tú sí, a través de la fe en Aquel que compró este hogar para ti: Jesucristo, el obediente. Él nos llevará allí. Él nos llevará a casa. ¡Ven, Señor Jesús, ven pronto! Amén.

 

Este sermón fue predicado por el Padre Preus, el 29 de abril de 2022 en el Campamento Okoboji, Iowa, en su calidad de presentador del Retiro Familiar de la Academia Wittenberg.

Burnell EckardtComment